Personalidades versus personajes
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Jorge Navarrete
Atribuirse algún tipo de neutralidad en el análisis político es peregrino, cuando no deshonesto. Como sugería Hegel, los hombres y las mujeres nos construimos merced a una historia que nos condiciona y sobrepasa. En efecto, somos el resultado de nuestras familias, amigos, lugares de trabajo y todas aquellas circunstancias que van condicionando nuestra mirada de la realidad.
Dicho eso, y recordando que la mía es la cultura de la izquierda socialdemócrata, apunto otras dos cosas antes de dar mi opinión sobre el pasado debate presidencial. Lo primero es felicitar a CHV/CNN por nuevamente anticiparse a esta dinámica, proponiendo un interesante formato que facilitó la interacción y fluidez a la conversación. Lo segundo es recordar que las evaluaciones de este tipo se hacen siempre contra las expectativas y las posiciones con las que llegan los postulantes.
Así las cosas, sostengo que el gran ganador fue José Antonio Kast, quien no sólo logró algo fundamental en política -a saber, diferenciarse-, sino también lo hizo con un modo y tono que transmitió seguridad, templanza y convicción (por más irritantes que a muchos nos puedan parecer algunas de sus ideas). Kast tenía poco que perder y mucho que ganar, por lo que jugó adecuadamente sus cartas.
El contrapunto a eso fue Sebastián Sichel, a quien se le vio inseguro, incómodo y a ratos incluso molesto; no pudiendo nunca conectar con el discurso que tanto rédito le había dado hasta ahora; o quizás, todavía peor, dándose cuenta ahí de que su relato era insuficiente para esta segunda etapa, especialmente para convocar a la derecha. A diferencia de Kast, Sichel sí tenía mucho que perder, lo que se evidenció en ese nerviosismo que lo acompaña ya desde hace varias semanas.
En la pareja del frente, las cosas se dieron al revés. Yasna Provoste requería marcar un punto de inflexión y estuvo lejos de lograrlo. Con un repertorio que nos recordó a Bachelet -tanto en el contenido como en la estética-, intentó diferenciarse apelando al discurso del género y relevando los temas que para las mujeres son importantes. Pero ni los chistes o salidas de libreto -varios demasiado maqueteados-, ni las interpelaciones a los otros postulantes, la sacaron de los lugares comunes que hacen difícil identificar qué es lo que hoy políticamente representa.
Boric va punteando esta carrera y su objetivo era mantener y profundizar esa ventaja; y, en lo grueso, lo logró. Repitiendo el libreto que desplegó en las elecciones primarias, estaba más preocupado de no cometer errores que de tener grandes aciertos. Su discurso fue correcto, se alejó de las polémicas o provocaciones, no se adentró en grandes detalles y se refugió en una moderada generalidad, la que junto a guiños sobre su personalidad (ganas, errores y aprendizajes), lo mantuvo lejos de los potenciales riesgos.
Y después del desempeño de Eduardo Artés, que no alcanzó ni para lo folclórico, las ausencias de Franco Parisi y Marco Enríquez Ominami pudieran ser también una señal de la escasa relevancia y viabilidad política que tienen sus candidaturas.
Para los que sostienen que los debates son irrelevantes en las elecciones -yo alguna vez dije también aquello-, basta mirar la reacción de varios dirigentes de la UDI, que ya anticipan una probable fuga de sus votos a Kast; como también las simpatías, antes y ahora más, que en el mundo socialista sigue despertando la candidatura de Boric.
Ya veremos, pues queda mucho y poco a la vez, pero yo estaría nervioso si fuera de derecha.